Teníamos el firme propósito de evitar cualquier tipo de confrontación con el resto de organizaciones sindicales, y así lo hemos hecho desde hace tiempo hasta ahora, discrepando, desde el respeto más absoluto, de muchas de las propuestas y planteamientos de los demás y sintiéndonos recíprocamente respetados, desde esa misma discrepancia hacia nosotros, sólo por algunos.

Somos conscientes, además, de que la provocación es un recurso recurrente utilizado siempre por los mismos, buscando en las respuestas que les dedicamos unos u otros la publicidad que por sí mismos son incapaces de conseguir, pero todo tiene un límite y, una vez más, los de siempre lo han rebasado.

No es difícil recordar campañas anteriores en las que CGT ha utilizado exactamente la misma «estrategia». Y tampoco será la primera vez en la que CGT se vea luego condenada en los tribunales de justicia por publicar insultos y acusaciones, a sabiendas de que no son ciertas, contra personas relacionadas con SEMAF. Lo asumen sin problemas, porque lo importante es intentar sembrar la duda cuando se aproximan las elecciones sindicales y, como no tienen vergüenza ni dignidad, el varapalo jurídico y económico que reciben de los tribunales lo consideran bien empleado, sin que, por supuesto, les lleve a depurar ningún tipo de responsabilidades por ello.

En los últimos meses, han vertido diversas acusaciones contra SEMAF y sus dirigentes, bien dejando en el aire preguntas que no contestan porque conocen las respuestas y éstas no satisfacen sus objetivos, bien directamente afirmando, de una u otra manera, que se está llevando a cabo un saqueo escandaloso, sin que hasta la fecha hayan podido demostrar la sustracción de un solo euro, o bien definiendo como corrupción el hecho de que afiliados de SEMAF dispongan de patrimonio propio o realicen actividades al margen del ferrocarril.

Sin embargo, pocos meses atrás, su percepción en esta materia parecía muy diferente, a tenor de sus manifestaciones respecto a la publicación de un artículo sobre quien fuera Secretario General de CGT, en el que se intentaba evidenciar la posible incoherencia existente entre el mensaje predicado por el sindicato contra la especulación inmobiliaria y la actuación personal de su líder, así como una velada, por no decir directa, acusación de actuación corrupta en la adquisición de patrimonio, que no reproducimos por considerar que no debemos caer en la bajeza de pagar con la misma moneda, sembrando gratuitamente dudas sobre la honestidad de las personas, salvo prueba en contrario.

 

 

Esa publicación explicaba que esta persona acumuló en sólo once años, y citamos literalmente lo publicado, «un patrimonio inmobiliario valorado en casi cinco millones de euros e integrado por 16 bienes inmuebles, de los que cinco son viviendas en pleno centro de Madrid.»

Las declaraciones textuales de la CGT en dicho artículo fueron las siguientes:

«Todo es perfectamente justificable porque (…) estaba casado en gananciales con una profesional cuyas remuneraciones deben ser importantes. El patrimonio responde a esa situación, porque está claro que con el sueldo de un ferroviario no se puede tener ese inmobiliario.»

«Como comprenderá, hay asuntos que pertenecen a la esfera privada de cada uno: no se puede imponer a nadie con quién se casa. Pero (…) era absolutamente coherente y más, y sigue siendo un referente en el mundo sindical de este país». «Otra cosa es que fuera él quien estuviera en esa empresa, pero hablamos de algo estrictamente privado donde no hay vasos comunicantes.»

A pesar de la gravedad de las acusaciones vertidas en la publicación, no hubo una sola organización sindical que se hiciese eco de las mismas o que acusase a la CGT y a todos sus dirigentes de corruptos, ladrones, traidores o calificativos similares, por el mero hecho de que alguien perteneciente a CGT, aunque fuese su Secretario General, dispusiese a título privado de determinados bienes o realizase algún tipo de actividad, por más que la cantidad fuese ciertamente relevante.

Dicen en una de las coletillas de sus comunicados que no todos los sindicatos somos iguales, y efectivamente es así. Probablemente sea lo único cierto que recogen sus panfletos. Hablan de honestidad, de ética… ¿Qué tal de doble moral?

Esa doble moral que es su sello de identidad: ponerse muy dignos y afectados cuando se sienten atacados y llenarse de mierda hasta el cuello sin ningún rubor cuando deciden ser ellos los que calumnian cada día a los demás.

Sus actuaciones, por sí mismas, les califican. Son rastreros, mezquinos, ruines y miserables.

Por supuesto, SEMAF y sus dirigentes, ninguno de los cuales realiza actividad mercantil alguna relacionada con el ferrocarril, emprenderán las acciones legales que estimen pertinentes contra CGT y sus responsables, pues es de todo punto inaceptable que actuaciones como las suyas queden impunes.